Calderón de la Barca puso versos a la historia de aquel hombre que sólo tenía como alimento las hierbas del campo y que creía ser el más pobre de todos hasta que volvió la cabeza y vio como otro recogía las que él había tirado. Indudablemente se trataba de una parábola para tratar de decir que nadie debía considerarse el más pobre de todos y contentarse con su suerte. El argumento se adecuaba a un tiempo en el que cada cual tenía que buscarse la subsistencia y en el que, cuando la conseguía a duras penas, el remedio era resignarse. Hace ya mucho que la gente de un mundo como el nuestro no está desvalida; nadie en la socidad civil –otra cosa son las doctrinas religiosas– habla de resignación y tanto los partidarios del socialismo como los del capitalismo liberal ofrecen fórmulas para saltar sobre ella.
Las parábolas, sin embargo, siguen existiendo y los personajes de la de Calderón, en las nuevas circunstancias, también; sólo han cambiado los papeles que se les asignan. Ahora hay quien toma de protagonista al de detrás y pone como enemigo a batir al de delante y eso también sucede en un campo y en otro. En el de la derecha esta nueva parábola la ha escrito en forma de comic el presidente de Extremadura y en la izquierda la enjareta a diario Podemos en la campaña electoral en la que los andaluces estamos inmersos. Desde las dos posiciones la parábola borra de su relato a los causantes de las desgracias de ambos hombres: a los dueños de los campos en los que están sembradas esas hierbas que se ven (nos vemos) obligados a comer.